Lo primero que debemos pensar cuando nos sentimos rechazados es que esa sensación no tiene nada que ver con las personas que nos están haciendo sentir así. Lo primero que debemos reconocer es que somos nosotros los responsables, no es que los demás nos rechazan.
Sin embargo, con esto no quiero decir que somos responsables porque somos malos, insoportables o atormentamos a la gente. La explicación es que somos responsables de generar ese rechazo porque estamos asumiendo un papel de nuestro sistema familiar que no nos corresponde, un papel donde estamos como en los pies de alguien que fue excluido de nuestro sistema familiar por vergüenza.
Un ejemplo de esto es cuando estamos en la barriga de nuestra madre y ella se siente avergonzada porque quedó embarazada muy joven, no está casada y los padres se enteraron. Esa sensación de vergüenza de la madre se traspasa al niño y por eso sentimos que somos rechazados por los demás.
Con la terapia sistémica se libera esa sensación de rechazo. Nos ubicamos en el lugar que nos corresponde dentro del sistema familiar y se incluyen a las personas que fueron excluidas. Inmediatamente lo que se experimenta es que ya no sentimos el rechazo de las personas. Y si en algún momento no le agradamos a alguien, lo que sentiremos no será rechazo, sino que entenderemos que el del problema es la otra persona y no nosotros.